El término Alcalá proviene del vocablo árabe Al-Qalat, que significa ‘castillo’, refiriéndose a la fortificación musulmana levantada junto al Ebro para controlar el tráfico fluvial. Tras la conquista cristiana de Zaragoza en 1118, el castillo de Alcalá pasó a formar parte de los primeros señoríos de la ribera del Ebro. Más tarde, pasó a formar parte por sucesivas relaciones matrimoniales del ducado de Villahermosa en el siglo XV.
Esta casa nobiliaria afincada en la vecina villa de Pedrola, ordenó la construcción en el siglo XVII de la iglesia de la Santísima Trinidad. Se trata de un templo barroco de influencia italiana. Adosado a los restos del castillo musulmán, que solo conserva un muro de sillares de caliza y argamasa, se construyó la Casona de los duques.
Alcalá de Ebro fue una población importante para la industria y el comercio de la sal en la comarca. Disponía de un teleférico que permitía la llegada de sal desde Remolinos. Posteriormente, era procesada y almacenada en la fábrica que aún se puede ver en la entrada del pueblo. De ahí, era cargada en estación de Pedrola para su transporte ferroviario.
El grupo de danzantes de la localidad representa cada año durante las fiestas de mayo y agosto, el tradicional ‘paloteao’ con pasacalles.
La Ínsula Barataria que Don Quijote entregó a Sancho Panza para su gobernanza, podría corresponder al municipio de Alcalá de Ebro. Se sabe que Cervantes se alojó en el palacio de los duques de Villahermosa de Pedrola en 1568, por lo que esta localidad podría haber inspirado al genio manchego con la aventura del escudero.
Por eso, si paseamos por la localidad podemos observar diferentes esculturas de los personajes de la obra más universal de la literatura española.
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